Cómo el Ministerio de Ciencia de Chile integró la anticipación de futuros para diseñar políticas públicas hacia el 2050

“La ciencia no es solo un cuerpo de conocimientos. Es una forma de pensar”. La frase de Carl Sagan resuena en quienes sostuvieron un proceso inédito para el Ministerio de Ciencia de Chile que, siempre apremiados por la gestión y la innovación, decidieron respirar hondo y mirar lejos. Porque anticipar no es prever, es cuidar. Y en 2021, ese cuidado tomó la forma de una conversación nacional sobre lo posible, lo deseable y lo evitable. Así comenzó “Nuestros Futuros 2050”, una consultoría que aplicó herramientas de prospectiva estratégica y participación ciudadana para delinear horizontes de bienestar para Chile.

Se trató de una hoja de ruta construida no solo con datos, sino con preguntas esenciales: ¿Qué futuro merece Chile? ¿Qué desafíos debemos asumir hoy para alcanzarlo? ¿Y qué tipo de Estado queremos que lo haga posible? 

Como resultado, se identificaron cinco escenarios alternativos para el país y se definieron 10 grandes desafíos y oportunidades que buscan orientar las decisiones estratégicas de ciencia, tecnología e innovación. Entre ellos se encuentran el fortalecimiento del conocimiento local, la transición ecológica, el bienestar territorial, la revalorización del trabajo, la justicia intergeneracional y la innovación para la equidad. En este artículo te contamos cómo lo logramos.

Metodologías que articulan diversidad, ciencia y futuro

En 2021, Chile atravesaba una serie de crisis simultáneas: la pandemia, el cambio climático, la crisis de representación política y la acelerada transformación tecnológica. En ese contexto, el Ministerio de Ciencia reconoció una debilidad institucional extendida: la falta de capacidades organizadas para anticipar y priorizar políticas de largo plazo, algo que, como señalamos en este artículo, le ocurre a muchas organizaciones, sin importar su ámbito de desarrollo.

“En Chile, el ejercicio de anticipar y priorizar políticas no ha estado organizado de manera sistemática en el Estado”, se señalaba en los documentos iniciales del proceso. A esto se sumaba un déficit en la orientación estratégica del financiamiento público a la ciencia, la tecnología y la innovación. El país necesitaba preguntarse, con seriedad y metodología, hacia dónde quería ir y cómo usar su conocimiento para lograrlo.

El proceso de consultoría a cardo de Bárbara Ferrer, Abril Chimal, Pablo Reyes, José Ramos y John A. Sweeney se estructuró en etapas: Recolectar y analizar; mapear escenarios, explorar y definir desafíos; y priorizar. Se aplicaron herramientas como el Foresight Framework de la Universidad de Houston, el método CLA (Inayatullah), CIPHER y una matriz 2x2 para la construcción de escenarios. También se utilizaron arquetipos de futuro para explorar patrones recurrentes en las narrativas de cambio.

Entre las actividades se incluyeron:

  • 20 entrevistas en profundidad con actores clave del sistema científico y social.

  • Una encuesta ciudadana con 254 respuestas.

  • Un escaneo de más de 100 señales de cambio.

  • La revisión de más de 300 documentos para el análisis del entorno.

  • Un taller de co-creación de escenarios con 31 participantes de diversos sectores.

Como resultado de esta conversación se desarrollaron cinco escenarios contrastantes para Chile al 2050, concebidos no como predicciones sino como provocaciones estratégicas. Cada uno representó una posible trayectoria futura ante las decisiones que tomemos hoy. Desde un país que logra articular justicia ambiental y participación ciudadana, hasta uno que profundiza la desigualdad tecnológica o se repliega en modelos extractivistas bajo gobiernos autoritarios, los escenarios tensionan lo posible y lo deseable

Esta diversidad permitió explorar dilemas éticos, conflictos estructurales y oportunidades emergentes, habilitando una conversación colectiva sobre el tipo de país que queremos construir y los caminos que deberíamos evitar.

Los 10 grandes desafíos y oportunidades para Chile

Adicionalmente y como parte del informe final del proceso, se definieron 10 desafíos estratégicos que expresan aspiraciones colectivas y problemas urgentes que el país debe enfrentar:

  1. Conocimiento como bien común: democratizar el acceso al conocimiento, la ciencia y la tecnología en todo el territorio.

  2. Transición ecológica justa: enfrentar el cambio climático integrando justicia social, tecnologías limpias y resiliencia comunitaria.

  3. Revalorización del trabajo: impulsar formas de trabajo dignas, distribuidas y vinculadas a la economía del cuidado y la digitalización inclusiva.

  4. Sostenibilidad del territorio: promover modelos de desarrollo que respeten la diversidad ecológica y cultural de cada región.

  5. Colaboración y gobernanza participativa: fortalecer procesos de decisión abiertos, integradores y orientados al bien común.

  6. Innovación para la equidad: fomentar tecnologías y políticas que reduzcan brechas y promuevan inclusión en salud, educación y conectividad.

  7. Justicia intergeneracional: actuar pensando en las generaciones futuras, desde la ética del cuidado y la sostenibilidad.

  8. Convergencia ciencia-sociedad: abrir la ciencia a las preguntas y necesidades de la ciudadanía, articulando saberes diversos.

  9. Sistemas adaptativos e inteligentes: diseñar políticas públicas capaces de aprender, responder y evolucionar frente a lo emergente.

  10. Chile como actor global responsable: proyectar al país como un referente en sostenibilidad, cooperación científica y diplomacia del conocimiento.

Ah, y lo más importante: cinco de estos desafíos fueron priorizados para orientar fondos y programas públicos, incluyendo los Fondos de Financiamiento de Centros de Excelencia en Investigación (FONDAP) 2022–2023.

Fortalecer una cultura de anticipación en el Estado

Aunque el proceso no buscó transformar a líderes individuales, sí instaló capacidades metodológicas dentro del Ministerio. Se generó una estructura replicable para pensar futuros de manera transdisciplinaria y participativa. En ese sentido, fue un hito en la construcción de una cultura estatal que se anime a proyectar, planificar y experimentar con lo desconocido.

Uno de los aprendizajes clave fue que anticipar no se trata de predecir, sino de generar inteligencia colectiva para tomar mejores decisiones hoy. Como se afirmó en el proceso: “Los escenarios que construimos no son predicciones, sino provocaciones que nos invitan a conversar sobre lo que queremos evitar o construir”.

Trabajar con el Ministerio de Ciencia reforzó una convicción: no se puede construir anticipación sin participación. La clave está en combinar herramientas robustas con procesos que reconozcan la diversidad de voces, saberes y trayectorias. También confirmó que la anticipación no es un lujo del desarrollo, sino una necesidad para enfrentar la complejidad de nuestro tiempo.

Y, como mencionamos al principio, se trata de darle una nueva forma a nuestro pensamiento.


Prepara a tu organización para navegar en la incertidumbre

¿A qué señales debes atender para anticipar el futuro?

Pablo Reyes

Consultor, académico y director de Memetica.cl

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